Aquella triste tarde el eco de su dulce voz resonaba dentro de mi, sus palabras cálidas nacían del silencio de mi pensar, el sonido del viento otoñal y las lágrimas del cielo invocaban su deseada presencia.
Ciegos eran los ojos que no advertían mi quebranto, sordos los oídos que no escuchaban mi lamento. Tan cerca y a la vez tan lejos, tan fácil es para mis ojos verte, tan difícil para mi boca decir: Te quiero.
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